“Deja ya de tejer sueños en tu mente. . . ”
Serrat
Su cama era demasiado amplia desde que noche tras noche aguardaba su presencia para que le cobijara su cuerpo y dormir envuelta entre sus brazos que la convencían que las fantasías lejanas se convierten en mundos reales. Esa noche en particular la cama se hizo inmensa y la soledad infranqueable, el frío crónico apareció de golpe en sus manos, llegó a tal extremo que fue necesario levantarse al tocador para sacar su guantes de piel que con motivo del otoño tenía preparados en el primer cajón, justo a un lado de la ropa interior.
Ya de pie el sueño escapo por la rendija de la puerta, por lo que decidió acomodarse en el sillón para evitar dar vueltas a la cama, buscando a partar de su mente lo que no le permitia entregarse a los caprichos de Morefeo trato de leer el Principito, leyó la dedicatoria que siempre tuvo un efecto reconfortante, pero esta vez no basto. Tomo un libro de portada roja con dorado llamado la pasión turca, pero al leer el frío se hizo más intenso. Fue así como tomó del otro librero el que contenía el titulo más sugestivo para la ocaicón: nada te turbe. El cual empezó a leer pero sin realmente prestar atención, únicamente unió letras que producían sonidos y formaban palabras, oraciones, párrafos, paginas y hojas que al acabarse debía ser cambiadas. Su mente empezó a divagar aun más cuando al azar el disco empezó a tocar la canción de Penélope, de Joan Manuel Serrat, en ese momento fue inevitable pegar la cara a la ventana pensando que por un largo tiempo no lo vería estacionado frente al portal.
Siempre encontró la canción de Penélope irremediablemente idealista, ¿como era posible tal pasividad ante la vida por parte de esa mujer?, ¿como podía sentarse Domingo tras domingo esperando una ilusión, una esperanza que jamás le llegaría?, a un hombre que le prometió regresaría, que lo esperara por que el era su amante y bajo esa promesa se sentaba a aguardar su llegada. Fue ahí cuando se percato de que un sentimiento surgía que trato de alejar de su mente, pero le fue imposible, así que lo acepto: ENVIDIABA A PENÉLOPE.
Penélope con su bolso de piel marrón, zapatitos de tacón sentada en la estación era capaz de vivir de una ilusión, el ideario romántico llenó de esperanza de esa mujer le hacían arreglarse y mantenerse firme aun cuando se marchito hasta la ultima flor. Eso era algo que por más que ella intentaba no podía lograrlo. La fantasía donde solía vivir no superaba el abandono de esa noche, ni de las que llegaría después de esa.
1 comentario:
Lo más triste de esa canción es que cuando él vuelve, ella ya no lo reconoce...
Dicen en el pueblo que el caminante volvió, la encontro en su banco de pino verde, la llamó "Penélope: mi amante fiel, mi paz, deja ya de tejer sueños en tu mente. Mírame, soy tu amor, regresé" Le sonrió con los ojos llenitos de ayer "no era asi su cara ni su piel, no es quien yo espero"
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