jueves, octubre 02, 2014

Puchu o como se pueda llamar esta semana.




A mi me sorprendre lo mucho que se puede querer a algo tan pequeñito y la cantidad incontable de felicidad que nos puede brindar.

viernes, agosto 22, 2014

Estado Islámico.

El presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Barak Obama ha dado un conferencia de prensa después de la lamentable decapitación del periodista Foley (por el que no quisieron pagar rescate) y menciono que no se podía permitir la existencia de un estado islámico, no en el siglo XXI.
Yo me pregunto, ¿por qué no?. Tal perece que tomáramos la frase "siglo XXI" como sinónimo de progreso, cuando yo solo veo similitudes con el medievo. 
Jamás hizo referencia a todas las "garantías individuales" que violan los Saudís, por que son sus aliados en la zona y por lo tanto intocables. Ese es un estado islámico.
Obama menciono a los islamistas radicales y no tardo en pronunciarse, pero no menciono nada de los cristianos de oriente en las ciudades de Irak obligados a emigrar bajo pena de morir si se quedan o no se convierten al Islam. Eso no importa, importa dañar al otro, no ayudar al que lo necesita. Habla de extermino.
Cómo es posible que alguien que dirige una nación en cuyos billetes aparece la frase "in god we trusth" y termina sus mensajes con "God bless us" habla de laicismo con el cinismo que lo hace.
Habla de la aparicion de ISIS como si este fuere un hecho de generación espontanea, como si sus agentes desestabilizadores en la zona y sus esfuerzos insuficientes para controlar el Medio Oriente no hubieran tenido que ver, como si Al Qaeda no hubiera sido el resultado del adiestramiento de agentes de la zona y que ISIS sea una escisión de esta, aunque más radical. Como si las armas que usan no hubieran sido suministradas por Francia y como si el asesino de Foley no hubiera sido inglés. En decir, como si "occidente" fue solo el espectador que no participa ante los hechos que se desarrollan en ese parte del mundo.
Los gringos, al igual que Hitler perdieron la guerra por creer que podrían superar a la historia: a Hitler lo debilito el invierno, como a Napoleon en Waterloo y a los gringos por creerse superiores a los rusos, creyendo que ellos si podrían dominar Afganistan.
Me da gusto ver que cada vez hay un mundo más criticos antes las acciones de los EEUU, pero aun nos falta más.

lunes, julio 07, 2014

Guía turística II

Hay ciudades con el clima más extremoso que este país y en particular de esta ciudad. Eso lo tengo claro, por ejemplo: majuilandia (Suecia, la razón de ese nombre es absurda y larga de contar. Así que la dejaremos para otro momento).
Pero, yo vengo de una ciudad con un clima perfecto, nunca hace ni mucho frío, ni mucho calor. Esto yo ya lo sabía, incluso antes de venir, y si hubiera tenido alguna duda (que no la tenía) me quedo claro hace años en el Medio Oriente.
En esta ciudad hay semanas (una tras otra) enteras sin dejar de llover y en el invierno hay un viento que te congela hasta las ideas, que hasta los rusos pasan frío aquí. Los canadienses no cuentan, pero esos estan hechos de otro maple. La idea romántica de la lluvia, esa interminable que aparece en las novelas... esta muy bien en las novelas, en la realidad es deprimente, arruina los zapatos y no tengo espacio suficiente para la cantidad de abrigos suficientes para cada estación.
En esta ciudad casi nunca nieva, cae agua nieve y cuando nieva con 3 cm. de nieve esta ciudad se vuelve loca, el metro no funciona, las autobuses tampoco y uno solo puede soportar el invierno pensando en el verano, ese verano con calor bochornoso, agobiante, sin viento y sofocante. Hay 15 días decentes en todo el año, divididos entre primavera y otoño (por supuesto el día de mi cumpleaños siempre tiene un clima perfecto, eso le da muchos puntos y aún así no llega). Hace tanto calor que uno comienza a pensar que el invierno no es tan frío (aunque cuando llega el invierno, se recuerda que efectivamente no hace el frío que uno recordaba, hace más) y soporta el verano pensando que llegara el invierno y a la inversa, en el invierno pienso en el calor ese agobiante y que me muero por sentir.
Total que yo no querría que esto fuera una queja, pero si lo es. Para todos aquellos que tienen una imagen romántica de esta ciudad y que venden a los turistas que no ver París con lluvia, es como no haber venido. Pues tengo un anuncio, esta ciudad tiene un clima, nunca mejor dicho. de la CHINGADA.

sábado, junio 14, 2014

La guerra no perdona a nadie.


المسيح قام حقا قام ، مع الابرار والقديسين الله يرحمه ، فليكن ذكره مؤبدا.


Yo solía pensar que la guerra es eso de lo leemos en los periodicos, que le sucede a otras personas y en otro mundos. Páginas y páginas llenas en los libros de Historia dedicadas a datos curiosos sobre como se desarrollan, Hallmark explota los sucesos para hacer montones de películas. 
Supongo que como todas las desgracias, uno cree que no nos pueden tocar, que somos invencible, hasta que se topa con ellas de frente.
Hoy un gran amigo sufre la perdida de su hermano producto de una bomba que estalló en la ciudad de Homs, Siria. El día de hoy, mi amigo tuvo que regresar a su patria, en guerra para ver por ultima vez a su hermano ya sin vida y rendir los honores necesarios a una victima más de los horrores de la guerra, de una guerra que esta ahí, aunque nosotros la neguemos.

domingo, abril 27, 2014

me quiero morir.

jueves, abril 17, 2014

Gabriel Garcia Marquez. QEPD

Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros, y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana encargada de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.
La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santa Anna, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general Gabriel García Morena gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetu que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéros sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. Ha habido 5 guerras y 17 golpes de Estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas y dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años.
De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 12 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el pais más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega.
Me atrevo a pensar, que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construirse su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de la incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aun en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa como soldados de fortuna. Aun en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.
No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.
América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: “Me niego a admitir el fin del hombre”. No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Discurso del escritor, el 8 de diciembre de 1982, al recibir el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, Suecia, que reproducimos en ocasión del trigésimo aniversario de esa histórica entrega.

martes, abril 08, 2014

Indiferencia

Cuando a uno las cosas le empiezan a dar igual y le restamos importancias a las cosas materiales que nos redean. Como esa muñeca que es desplazada por otra o por un estuche de maquillaje y ese ser imaginario que acunamos con un amor inmimaginable nos resulta indiferentem sabemos que lo hemos dejado ir.
Lo mismo pasa con las personas, cuando a pesar de verlos cotidianamente nos empiezan a ser impresindibles en pequeñas cosas y sus tonterias ya no te inoportunan o molestan, solo incomodan, es entonces que uno sabe que la indiferencia acecha los rincones, sin mayor cosa que hacer que intentar volver a darle importancia a la persona, pero algunas veces, incluso podemos fingirla, tratando de que de tanto fingir termine siendo verdad, pero es cuando uno se molesta que de verdad se da cuenta que ese sentimiento esta mas alla de cualquier reparo y solo queda ver que se salva de ese naufragio.

jueves, marzo 13, 2014

H. H. Facultad de Filosofia y Letras

En las últimas fechas han vapuleado mucho mi alma mater, yo soy una ex estudiante del colegio de Historia de la Facultad de filosofía y letras, de la Universidad Nacional Autonoma de México. Y muy orgullosa de serlo.
Pero debo confesar que la primera vez que entre a esa facultad me parecio la cosa más horrorosa del mundo, era oscura, fría y mugrosa. Eso tomando en cuenta que estaba vacia. Pero el primer día de clases, me dio horror entrar, había gente demasiado rara a las afueras, un mundo de gente en el sentido más amplio de la palabra. Sin embargo creo que algo había decidido que mi lugar estaba ahí, por que me encontre con mi amigo Agustin de la prepa, que por un azar milagroso del destino tenía las mismas clases que yo y al cual yo me abrace y no solte en los sucesivos 4 o 5 días.
Y pensar que me moleste cuando trataron de limpiarla, por que perdía parte de su personalidad. Lo que yo viví en esa facultad, lo que aprendí (aunque la mayoría de las cosas no fue precisamente en sus aulas) la hacen un lugar seguro, me sentía como en casa cuando llegaba. Incluso me gustaba pasar frente a ella en el carro, solo para verla, como ese viejo amor que no se olvida y que de vez en cuando uno regresa para ver que siga ahí, no es el mismo, pero es inolvidable.

martes, enero 21, 2014

Casa de mi abuela.

Circulan en la red eso pensamientos que hablan sobre la infancia sin tanta tecnología, a diferencia de la de ahora. Cuando los niños de seis años no tenían celular, ni había redes sociales, aunque en mi adolescencia ya había mensajería instantánea, no todos tenía una computadora en casa o Internet (ese que se conectaba con el cable del teléfono y que tenía un sonido muy particular que solo una generación recordara).
Yo vivía en la ciudad y aunque si jugaba en la calle, pues mi casa esta frente a un parque, no todo mundo era capaz de eso, la ciudad era peligrosa, llena de gente mala, carros conducidos por demonios y yo el tesoro de mi madre.
Pero existía la libertad en casa de mi abuela, en el pueblo. Es un pueblo como cualquier otro y particular como él mismo, esa casa con cosas raras, viejas, diferentes y con un cuarto obscuro al que por nada del mundo me hacían entrar. ¿Por qué sera que la noche es más negra en los pueblos? y esta llena de un silencio que la gente de ciudad no conocemos y cuando somos niños, nos asusta, por que podemos escuchar con atención el viento o a los borrachos a lo lejos.
Todos los días desayunaba y me perdía en el pueblo hasta la hora de la comida (perderme era irme a dos casa con mis tíos). Ahora sueño con playa y hoteles allincluive pero también me acuerdo de levantarme temprano para ir subirnos a un camión e ir en familia a la playa desierta para hacer carne asada y los adultos jugaban futbol, los niños hacíamos castillos de arena. Mis tías no tienen ninguna foto del puente que crea el bikini, mi madre no tiene kilos y kilos de fotos de nosotros (aunque eso es muy particular de mi padres).
Mis padres nos enseñaron que en la convivencia familiar no hay peleas, se dice la verdad, se habla de frente y se sostiene lo que se dice. A convivir haciendo cosas como pintar la casa, impermeabilizar, poner el tapiz y divertirse mientras uno hace eso.
De un tiempo acá la vida en los pueblos no es lo que solía ser, la vida de los adolescentes y los grados de violencia a los que son capaces de llegar, no son ni por asomo lo que fue cuando yo estaba en la secundaria o en la prepa y por supuesto que las familias ya tampoco lo son. Es ahora que uno se aferra aún más a esa infancia, por que fue única, irrepetible e inolvidable.






lunes, enero 20, 2014

Novelas distópicas.

De un tiempo para acá he desarrollado una afición por las novelas distópicas, me sorprende la visión de la sociedad en esos mundo futuristas o en realidades alternativas, que se desarrollan en algún lugar en el mejor de los casos sin terminar de precisar en que lugar geográfico.
En su mayoría hablan de una castación exacerbada de la sociedad, las divisiones varían, como en el best seller llevado al cine (Hunger games) divididos en guetos con funciones especificas de producción, otros basados en sus habilidades, otros en sus valores, incluso en su edad.
Todos hablan de ritos de iniciación para decidir su "futuro" en la etapa adolescente y en su mayoría cuentan con una estrecha relación hacia alguna de las figuras parentales. Por supuesto los protagonistas son determinados por crecer en alguna facción en la cual no encuentra satisfacción, pues su personalidad transgresora lo impulsa a buscar "algo más", además de tener características que lo hacen fuera de lo "normal".
Me pregunto si estos reflejos de la realidad y criticas (en mayor o menor medida) de la misma no hace que de cierta manera nuestra sociedad sea de guetos que nos rehusamos a afrontar y que solo algunos transgresores que buscan "algo más" y que tienes "unnoseque,quequeseyo" son capaces de luchar contra esa realidad y sobrevivir a ella.
Recuerdo que hace muchos años, cuando leí la novela de "un mundo feliz" me obsesionaba pensar que no se alejaba tanto de la realidad que nos rodea.
Todos estos libros hablan de sociedades que se tuvieron que reconstruir después de que la sociedad contemporánea colapso de manera irreversible. Pero seguro que la sociedad actual ya supero con creces los imaginarios estados fallidos de los que rara vez se menciona en los libros.
Leer las noticias cada día se ha convertido en un suplicio, entre asesinos, asesinados y por asesinar, uno se pregunta como hace la gente que te saluda por la calle y te dice la que vida es una maravilla. Supongo que no lee, supongo que por eso México es uno de los países con los peores niveles de salud, poder adquisitivo, seguridad, calidad de vida, educación y aún así estar en los primeros donde su población es feliz. Y eso... deprime todavía más.