martes, enero 21, 2014

Casa de mi abuela.

Circulan en la red eso pensamientos que hablan sobre la infancia sin tanta tecnología, a diferencia de la de ahora. Cuando los niños de seis años no tenían celular, ni había redes sociales, aunque en mi adolescencia ya había mensajería instantánea, no todos tenía una computadora en casa o Internet (ese que se conectaba con el cable del teléfono y que tenía un sonido muy particular que solo una generación recordara).
Yo vivía en la ciudad y aunque si jugaba en la calle, pues mi casa esta frente a un parque, no todo mundo era capaz de eso, la ciudad era peligrosa, llena de gente mala, carros conducidos por demonios y yo el tesoro de mi madre.
Pero existía la libertad en casa de mi abuela, en el pueblo. Es un pueblo como cualquier otro y particular como él mismo, esa casa con cosas raras, viejas, diferentes y con un cuarto obscuro al que por nada del mundo me hacían entrar. ¿Por qué sera que la noche es más negra en los pueblos? y esta llena de un silencio que la gente de ciudad no conocemos y cuando somos niños, nos asusta, por que podemos escuchar con atención el viento o a los borrachos a lo lejos.
Todos los días desayunaba y me perdía en el pueblo hasta la hora de la comida (perderme era irme a dos casa con mis tíos). Ahora sueño con playa y hoteles allincluive pero también me acuerdo de levantarme temprano para ir subirnos a un camión e ir en familia a la playa desierta para hacer carne asada y los adultos jugaban futbol, los niños hacíamos castillos de arena. Mis tías no tienen ninguna foto del puente que crea el bikini, mi madre no tiene kilos y kilos de fotos de nosotros (aunque eso es muy particular de mi padres).
Mis padres nos enseñaron que en la convivencia familiar no hay peleas, se dice la verdad, se habla de frente y se sostiene lo que se dice. A convivir haciendo cosas como pintar la casa, impermeabilizar, poner el tapiz y divertirse mientras uno hace eso.
De un tiempo acá la vida en los pueblos no es lo que solía ser, la vida de los adolescentes y los grados de violencia a los que son capaces de llegar, no son ni por asomo lo que fue cuando yo estaba en la secundaria o en la prepa y por supuesto que las familias ya tampoco lo son. Es ahora que uno se aferra aún más a esa infancia, por que fue única, irrepetible e inolvidable.






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