Solo por que usted lo pide gentil caballero, en esta noche que suele ser el cobijo de los amantes reciba un beso, que podrá colocar en cualquier parte de su cuerpo siempre y cuando esa parte de su cuerpo al recibirlo pueda acceder a tener un placer mayor. Por que el beso generalmente es solo un comienzo, el inicio de una atracción. La forma mas simple en la que dos cuerpos expresan el deseo que los embarga, pero después de la unión que tienen los labios con la piel, después de generar esa sensación de calor provocada por el aliento, le siguen las manos, esas manos que pasan por el cuerpo dibujando su silueta, ejerciendo presión para hacerse notar, pero nunca para lastimar.
Partiremos del supuesto que el beso comenzó en la boca y que después de que dos pares de labios se fundieron, los labios empezaron a descender, besando cada parte del cuerpo deteniéndose cuidadosamente en las partes más sensibles, para poder ser rosadas con la lengua. En especial donde se hacen pliegues en la piel por ser los lugares que mayor sensibilidad tienen. La boca va en dirección al sur como las aves en invierno, en busca de refugio, de calor. Del calor que se genera entre dos cuerpos cuando poco a poco se van excitando; cuando el corazón acelerado quiere casi del pecho salir y poseer al otro ser un instante, sin mayor contratiempo, sin pensar en el tiempo, pero se detiene, por que sabe que su espera tendrá recompensas, que el aguardar un poco más de tiempo tendrá como resultado que el deseo siga creciendo, que la adrenalina siga fluyendo, inundando cada recoveco del cuerpo, provocando escalofríos, por que cada pensamiento desemboca en poseer, en tomar de forma precipitada que no es lo mismo que violenta al otro.
Pero ¿qué pasa con las manos? Ellas van presionando con la yemas de los dedos las mejillas, bajan lentamente al pecho, si, deciden detenerse un momento en el pecho y acariciarlo, cerrar los ojos para percibir en su totalidad el conjunto de músculos, en su particularidad cada marca, cada centímetro que forma parte de un todo, pero que al mantener los ojos cerrados las manos se convierten en la vista, es entonces cuando el imaginario se hace presente en esta relación, materializando nuestro deseos; se percibe lo que uno en su inconsciente y guardado en la vida cotidiana quiere percibir. Las manos comienzan a descender pasando por el ombligo, ese que se dice ser la mitad del cuerpo, pero ¿qué es la mitad de cuerpo en esos momentos? Ó ¿de que cuerpo estamos hablando?, por que en ese momento se podría decir que el otro es la mitad que nos complementa, que la mitad es aquel en que las formas se unen embonando perfectamente cóncavo y convexo, formando un solo ser. Bajo esta forma el ombligo solo es una parte más que acariciar, en la que pueden juguetear un momento los dedos y se puede recorrer con la lengua dibujando su forma, delineando sus pliegues.
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