Era tarde y después de un largo día de arte y café entre al metro sin más en la cabeza que la fija idea de llegar a casa. La gente cansada se veía con ansias de llegar a sus destinos, pasaban mirando al infinito.
Al llegar el tren subí al vagón con donaire, encendí el reproductor de mp3, me coloque los audífonos y la música empezó a circular a través de mi cuerpo, entre el murmullo de la gente a mi alrededor se abrió la puerta en la siguiente estación y fue ahí donde apareció creo que con más gente, la verdad yo solo lo vi a él, playera de manga larga roja, jeans, tenis gris oscuro, mochila gris y audífonos, creo que fue esa la razón por la que nos entendimos en un tímido y mudo lenguaje de gestos. Se recargo desganado en la pared enfrente de mi, permitiendo que nuestras miradas coincidieran repetidas veces combinadas con tiernas sonrisas, la gente que deseaba atravesar hacía que nosotros nos moviéramos, pero era un pretexto para voltear a vernos y hacer un gesto solidario por la interrupción. Te empeñabas en buscar algo y lo encontraste, un paquete de cuatro chicles trident de hierbabuena, el cual me ofreciste y producto de un extraño impulso acepte, te sonreí viendo tus ojos y cruzando nuestra primera palabra: Gracias.
Las palabras después de eso sobraron, me acerque y te acercaste, nos fundimos en un beso, que dio paso a muchos más, nuestros ojos sentían el deseo de ir más allá de lo permitido por la sociedad, tomaste mi mano dando un pequeño tiron y bajamos en la siguiente estación. Salimos de la estación a una calle con aire y lluvia inclemente, pero poco importaba en esos momentos, caminamos un par de calles hasta ver un hotel de paso que nos sirvió de morada sin dudarlo. Llegamos al cuarto, nos besamos, las manos empezaron a recorrer el cuerpo, la ropa empezó a sobrar, los audífonos salieron volando entre su playera roja y mi ´desesperación. Casí perdí el sentido cuando mi vestido se desvanecio bajo su mirar, pero lo hizo practico y lentamente bajo la cremallera deslizándolo suavemente quedando frente a ti completamente expuesta.
Te pregunte si te gustaba lo que mirabas y sonreíste, me tomaste entre tus brazos y caí en la cama entre apasionados besos. Tus jeans no duraron mucho, los cuales salieron con todo y bóxer, que dicho sea de paso nos dejo en una amplia cama desnudos. Todo parecía obvio, el paso siguiente era previsible, pero nuestras miradas se volvieron a topar para reconocerse. . .
Una voz se escucho a lo lejos, por un momento creí que era el mozo del hotel que decía que el tiempo se había acabado, que el placer debía terminar, pero cual fue mi sorpresa al descubrir que lo que la voz del techo anunciaba era la llegada del metro a la ultima estación, impidiendo seguir soñando, bajamos hombro con hombro. Te quitaste un audífono y yo me limite a decirte ADIOS. Puede que para ti haya sido un coqueteo cualquiera, pero por un momento fuiste para mi el amor de una noche, reviviste en mi el deseo hacia el otro al ritmo del tango y salsa.
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