Ameneció sin ganas de pronunciar palabra, el solo intento de malgastar saliva le provocaba nauseas. Ni siquiera se quejo cuando una señora con bastante prisa desquito su fuerza contra su hombro al chocar, cuando cruzaron sus caminos.
Se limito a sonreir cuando al ir por café le sirvieron lo de costumbre, nada más verla llegar e hizo una mueca de aprobación cuando le preguntaron si dejaba libre el lugar de estacionamiento.
Su dialogo interno, también se vio callado este día. Sencillamente se había cansado de escuchar su voz, una y otra vez, dando vueltas a las mismas cosas, como si esa vocecilla interna por estar encerrada sus quejas chocaran produciendo ecos y estos se repitieran día a día.
Hoy, solo sus manos hablan, solo sus muecas delatan sus pensamientos (pues nunca las ha podido controlar)
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