Cuando yo era pequeña e iba a las comidas familiares de los amigos de trabajo de mi papi solía ser la única niña entre una banda de escuincles mal educados y que se aprovechaban. Yo en condiciones normales los hubiera puesto en su lugar (y algunos después de varios años lo hice), pero en mis lindos vestiditos esponjosos, mis zapatitos de charol y mi listón en el cabello formando un moñito en un peinado sin nada fuera de lugar, me era imposible correr, golpear, incluso pellizcar. Lo único socialmente aceptado era que yo corriera a acusarlos con sus papás o llorara hasta que algún adulto se diera cuenta que me estaban maltratando.
Por supuesto no contaba con mi hermano para defenderme, por que generalmente estaba en otro asunto y por que en esa época tenía la loca creencia de que yo debía de aprender a defenderme. Un día estaba yo con mi vestidito de marinerita, con cuello en V, en azul y blanco meciendome placidamente en un columpio y llegaron esos malvados niños a empujarme con fuerza para que el columpio fuera más rápido y más alto, lo que no sabían era que la velocidad y la altura no me daban miedo. Ellos se reían de su mal obra cuando aparecio debajo del sol la imagen del caballero perfecto. Un chico alto, blanco, de cabello castaño, cuyos ojos parecian delineados de lo espesas que eran sus pestañas que se bajaba de un caballo blanco (su padre tenía un mustang) que corrió a poner a los chicos en lugar, detuvo el columpio, me pregunto si estaba bien y ante mi respuesta afirmativa, me dio un beso en la mejilla y me dijo que era muy valiente.
Ese beso fue la promesa de amor eterno de todo principe de los cuentos de hadas. A partir de ese momento en todas las comidas, él me cuidaba y jugaba conmigo, aún cuando era bastante mayor. Él era un chico de secundaria y yo aún creía en los reyes magos, crecimos juntos y como todo buen principe azul de realidad me rompio el corazón eldía que me abrazo fuertemente y me dijo que era su hermanita, que no tenia de que preocuparme por que él siempre estaría ahí para cuidarme y me presento a su novia.
Pase años traumada con ese hecho, incluso evite ir a su boda por miedo de que me traicionara el sentimiento y terminara haciendo una imprudencia, ahora solo me queda el recuerdo de aquel caballero de corcel blanco que defendia a la damisela en apuros y que terminan el día con beso del más inocente amor.
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