Toda la vida su fantasia fue el vaquero de Malboro, no sabía a ciencia cierta el por que de esta fantasia recurrente, pero siempre estuvo presente, desde sus jovenes años pueriles.
Y fue justo hasta esta ocación que vio realizada parte de su fantasia y entendio la relación con su vida.
Llegó a la plaza de Pueblo Quieto acompañada de sus respectivos chaperones, el lugar atestado de gente y más de veinte bandas tocando a su ritmo alrededor. De entre la gente aparece una imagen imponente de un hombre con él cual tenía que levantar la cara para ver sus ojos, su imagen opaco el mundo entero: botas, jeans ajustados solo de donde debe ser, camisa (tomando en cuenta que tiene fetiche con desabrochar botones), y sombrero a la medida. La miro desde lejos, se acerco con toda la seguridad de notar el nerviosismo en los labios de ella, sin darle tiempo a nada le dijo- Bailamos. No fue una invitación, fue una afirmación.
Al tiempo que su brazo había encontrado el lugar perfecto para posicionar y apretar su cuerpo contra el de él. Ella solo logro corresponder con un escalofrio en el cuerpo y la respiración entrecortada.
Curioso que nos puede llegar a molestar el pensar que se siga viendo a las mujeres como el sexo débil, pero bien se siente de vez en cuando jugar en ese papel.
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