Todos llegamos a un momento en la vida en que debemos hacer cuentas, por mucho que detestemos las matemáticas. Entre mis juegos de infancia esta el calculo mental (eso pasa cuando su padre es contador) y aun ahora lo práctico pero de otro modo.
Es de esta forma que haciendo balance de entradas y salidas de buenos y malos actos hace bastante tiempo decidí que el karma y yo quedabamos en paz.
Ofrende todo mi dolor, como pago por mis actos y asumí con completa sumición la pérdida pues mis pasos me habían conducido hasta ese lugar.
Me robaron la fe o simplemente yo la cedí por buscar una anestesia a esa vida que simple y sencillamente no era lo que yo esperaba.
Dí varios meses de mi vida al stand by por que en ningún otro momento de esta podría volver a hacerlo. No diría que los desperdicie, pero en definitiva pude hacer cosas más provechosas con ellos.
Aprendí que quiero y que no, se que me gusta poder ir por la vida viendo a todos a los ojos, y que hay cosas que el tiempo no puede romper, destruir o borrar. Por que no esta en nosotros hacer eso, por que hay cosas que nos superan.
Regrese a poder sentarme frente al espejo para reconciliarme con el mundo y aceptar sus reproches, que hay días que son light y otros que se deja ir con todo.
Empiezo a separar la historia de la vida ajena (que como cotilleo sigue siendo divertida) de las decisiones de mi vida, espulgue mi agenda de telefono y de ella se fueron varios personajes, incluso etapas enteras, que aunque buenas, son un lastre y con la memoria me basta. Hay cosas a las que no se necesita volver, por que ahí ya dejamos de existir.
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