De repente empezó a hacer recuento de la cantidad de maletas ha dejado olvidadas a proposito, como el Padre Pluche, en la novela de Baricco. Solo que no necesariamente en lugares, sino en personas.
Muchas veces decimos adios, cuando en verdad deberíamos estar diciendo: hasta luego, por que secretamente hemos dejado intensionalmente una "maleta" en esa persona, así tenemos excusa de volver, quiza sin saber bien a bien cuando o bajo que circunstancias. Y sin embargo, curiosamente con otras personas nos esforzamos en recoger todas nuestras pertenecias, casí bajo pena capítal de dejar alguna olvida.
Todo esto llegó a su mente, ahora que una vez más, aunque no como las anteriores, se retomaron las pláticas de paz con una persona con la que desde sus años preparatorianes mantenia una lucha de poderes, aprendiendose a conocer a fuerza de tanto pelear.
Han peleado tanto y por todo que al final solo les queda ser muy buenos amigos, pues no hay pelea por la que no hayan pasado. Lo curioso, es que sin importar cuantas veces le cerró la puerta en la cara, siempre dejaron el uno en él otro sus respectivas malestas, por las que posiblemente es que siempre regresan.
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