Hacía tiempo escuchaba la música cuando sele ocurria irse a tirar a las colchonetas del gimnasio, veía cuerpos agraciados y ritmicos y otros no tanto cuando decidía usar la caminadora. Escuchaba comentarios de mujeres extasidas en el vapor por la clase de baile y lo único que acertaba a pensar era que esas mujeres necesitaban hacer que su marido las llevara a bailar.
Después de mucho pensarlo y como le habían cancelado su clase de spinning opto por que probaría las tan afamadas clases de baile que si madre el venía recomendando desde hace tiempo.Bailar siempre ha sido su mejor terapia, ante cualquier adversidad, claro que para hacerlo esto implica todo un rito y dado que no se arreglaria, ni maquillaria, los tacones ni pensarlo, por que iba al deportivo paso a hacerse manicure, escogio entre la múltitud de color un rojo insurgentes muy acorde a la situación y entro en el salón de baile decidida a probar.
Su mayor sorpresa radica en que hace tiempo no baila tan libremente enfrente de tanta gente, no se preocupo por ver quien la sacaría a bailar, ni acoplarse al ritmo de alguien, ni siquiera estaba tratando de coquetearle a alguien, estaba bailando para ella. Tal como lo hiciera tantas veces en casa cuando oía una canción cuyo ritmo se viera involuntariamente a seguir al compas de sus caderas.
Lo curioso de todo esto es que era capaz de seguir los pasos el instructor siempre y cuando no pensara que estaba en una clase, por que cuando los racionalizaba, perdía el ritmo, la cuenta y se carcajada inundaba todo el lugar, pues se sentía a mitad de la pista parada y sin poder moverse.
Quien diría que todo lo que necesitaba era arreglarse las uñas y bailar
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