Todo el que nace debe romper un mundo, es lo que dice Herman Hesse en su libro Demian. Este hecho puede ser altamente doloroso, abrupto, agresivo y en ocasiones simplemente necesario.
Para muchas cosas es como si yo hubiera nacido, cambie de país, de continente, de huso horario, de ciudad, de colonia, de idioma y le dije adiós a todo lo conocido y tan familiar para mi. Fue cuando aterrizo el avión que me di cuenta que no estaba más en casa, entendido como aquel lugar del que nos hemos apropiado a fuerza de conocerlo tan bien, estaba en un lugar nuevo y desconocido.
Mejor o peor, no estoy. Simplemente diferente.
No extraño tanto mi idioma como alguien con quien realmente hablarlo.
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