jueves, octubre 28, 2010

Dormir

Siendo honestos era cuestión de tiempo que pasara, aunque reconociendo que solía suceder con mayor frecuencia antes. Son esas cosas que cuando menos te das cuenta ya poco puedes hacer para salir.
Remedios para los males mucho, efectivos, poco. Agua y descanso, pero qué pasa si pasa justo antes de terminar tus supuestas vacaciones.
Uno puede enfermarse de tanto extrañar, quiza esto paso por la añoranza de mis sabanas de franela, mis almohadas pachonsitas y mi osito.
Justo el otro día leía un artículo en el apartado dominguero del periódico el País que uno de los rituales más personales es lo que corresponde a irse a dormir, no como acto sexual, sino como necesidad corporal, yo no le veía ridículo, pero si me creía desprovista de manias con respecto a ese tema.
Pues bien tengo la espalda contractura y llegado al punto en que me es imposible no solo la idea de conciliar el sueño en otra cama que no sea mi cama, sino que me niego a recostarme ahí a dar mil vueltas, por que no solo es el dar vueltas, es la incapacidad de pensar en algo entretenido. Las almohadas no tienen el espesor necesario y hay algo en que el internet no llegue hasta mi cama que me provoca cierto estado de ansiedad y el no poder prender la luz a mitad de la noche, tomar un libro y dormirme sobre mis lentes también contribuya a no dejarme dormir.
En resumidas cuentas que a mi de acompañante de cama me gusta mi computadora, Ush y mis almohadas, en tiempos de frío incluso mi mantita electrica para los pies ... a falta de vos.

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