Lejos de casa se sabía. Era obvio pues estaba donde nadie habla su idioma y solo se podía comunicar en una tercera lengua ajena a la de ella y a la del lugar. Pero al final no era tan diferente de casa.
Era una ciudad muy grande, con problemas de tránsito, pésimas soluciones de transporte público, los taxis manejaban como locos, no respetaban señales viales, uno va por la calle llenas de gente y no entiende ni madres, las ciudad mezclada de olores entre contaminación por los carros, comida, especies y sudor, tercer mundista con aires y pretenciones de primer mundo, con gente que aun no se sabe de esas cosas y te ayudan amablemente, aunque haya quien se aproveche de la inocencia. Es decir, aun del otro lado del mundo las cosas son muy parecidas, hasta hay metrobus.
Todo transcurria con cierta calma, hasta que fueron a visitar un recinto sagrado y al entrar no encontro la paz que llegaba a ella en las iglesias católicas-cristianas a las que había entrado en su país natal. El olor entre madera, muros llenos de humedad e incienso que confieren al lugar un aura que según su referente cultura e inclusive su inconciente colectivo la remiten al simbolismo de sacralidad. Que raro era estar entre alfombras, olor a pies y ver manifestar la sumisión a un Dios en un lugar sin sillas, sin nadie que hable desde lo alto de un lugar y que afuera sea el lugar de reunión.
Que sensación de soledad y añoranza el estar en un recinto religioso y darte cuenta de golpe que estas a kilometros de casa o no me refiero expresamente a ese código postal o a ese registo en la credencias de elector. Me refiero a las costumbres, a las tradiciones, a los aromas y lo más importante, a la comida
No hay comentarios.:
Publicar un comentario