La vida cual torbellino nos arrastra y al terminar nos enfrenta con las decisiones que tomamos en el camino. Desgraciadamente en el camino lastimamos y nos lastimamos en un raro intento de satisfacer las locas exigencias de la mente.
Escrito en tercera persona solia analizar mi vida tal y como escribó la mayoria de las entradas de este blog, hasta que me tope que no podía escribir más. Las palabras no surgían ni en tercera, ni en primera persona, empezaban en ese entonces a juntarse esas dos partes en una que si bien no es lo que yo creía era, es aun modelable a lo que quiero que sea.
Esto pasa cuando una trata de madurar de la noche a la mañana y dejar de lado a la niño de cinco años en la que se quedo atrapada, para la que la imagen paterna no solo es un Dios omnipotente y omnipresente, que en el desprendimiento de ese ideal, va dejando algunas de cosas que esa niñez tenía consigo, como esperar que la vida se arreglara por si sola, sin necesidad más allá de derramar un par de lágrimas. También esta en proceso de superar a la adolecente rebelde de 15 años que trata de desprenderse de toda autoridad para dejar asomarse al intento de medio quesque responsable intento de adulto de 21 años. Es así como en su intento de madurez intenta no afrontar sus problemas con lagrimas, sin reproches y berrinches, sin pretender que puede todo en un abrir y cerrar de ojos por que tiene el mundo a sus pies, sino viendo la vida como es: una total y completa oportunidad, oportunidad de hacer lo que quieres, lo que puedes, lo que debes y por que no y en muchos casos y algunos sin quererlo a regarla.
Espero algún día deje de pensar en ese día, lo dudo. Desgraciadamente tengo una excelente memoria selectiva, de la cual aun no aprendo a seleccionar lo que quiero, puesto que aun no hago conciente lo que almaceno. Pero es que aun en el aspecto conciente se que perdi no solo algo que amaba, sino algo que era parte de mi, no se bien a bien que era pero en el intento de pasar de hoja dejo constancia de un dolor
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