Hay días en los que sencillamente quisiera apagar todo, dejar de pensar, de sentir, pero más más de pensar. Dejar de darle vueltas a la misma idea una y otra vez, pues solo consigo no dormir.
En la película el Padrino II, dicen algo que es muy cierto: los niños se convierten el hombres y ellos se pueden vengar. Yo creo que al final, todo niño que llega a convertirse en hombre se trata de vengar de uno y otra forma de sus traumas de infancia. Es decir, que ya sea de manera evidente o no, luchamos con nuestros propios demonios internos. A veces morimos en el intento, otras salimos mal trechos y en el peor de los casos esas ansías de venganza mal encaminadas nos hacen perder cosas que no podemos recuperar.
Lo más sano es aceptar que aunque se crezca, la venganza no es algo que vale la pena. No da paz mental, ni tranquilidad.
Tal vez solo necesito dormir.
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