Últimamente no dejo de pensar en el contenido de todas las cajas que hay en el caótico orden de mi cuarto. De esas que cerre antes de venirme aqui, de esas con contenidos tan absurdos, como mios.
Si pusieran a un sin numero de personas en una habitación a decidir que poner en un caja del mismo tamaño, cada caja sería diferente, tanto como su dueña. Habrían cosas en las que más de uno coincidiría, pero esas no son las interesantes: son las particularidades las que realmente marcan la diferencia.
La caja más importante que cerre antes de venir aqui fue la puerta de esa habitación, alguien más podra abrirla y habitarla, pero no entrara en mi caja, por que para ello tendría que haber estado dentro de ella los casi 20 años que yo estuve. Esa que cambiaba de decoración cada fin de semestre o que cambio radicalmente el día que decidí dejar de culpar a los otros por mis decisiones.
Esa que vio el transito de las barbies a las zapatillas (esas que le tomaba prestadas a escodidas a mi madre), que oculto sombras extrañas y terrorificas, al igual que despertares con el sol en la cara dando los buenos días.
Pero que al final era una caja y si te quedas dentro de ella te empolvas y haces vieja sin haber vivido.